Parashá Re'eh
Devariym (Deuteronomio) 11:26 - 16:17
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Como trascendental, se podría definir la forma en que inicia esta porción de la Toráh. Moshéh le presenta al pueblo de Yashar’el dos caminos: La bendición y la maldición; sí, dos opciones que transformarían sus vidas.
Parece una elección fácil. Si echamos mano de nuestra lógica, elegiríamos la bendición sin duda alguna; nuestra mente inmediatamente quiere y desea lo bueno, lo agradable; aparentemente nadie quiere que le vaya mal, pero como veremos, nuestra sociedad y aun muchos creyentes en general han optado por seguir sus propios caminos (jugando a la religión), alejados de la voluntad de nuestro Creador: Su Torah. ¡Increíble la dureza de nuestro corazón!
Ahora bien, de acuerdo a lo que se nos narra en esta porción, la bendición ha de surgir de la obediencia a los mandamientos de Yahuah, pues escrito está:
Bendito es el hombre que no camina en el consejo de los impíos, ni se detiene en la senda de los pecadores, ni se sienta en la silla de los burladores. Sino que su deleite está en la Toráh de Yahuah y en su Toráh medita día y noche.
Tehilliym (Salmos) 1:1-2
Por el contrario, la maldición es una consecuencia por no obedecer las instrucciones provistas por Yahuah, como lo expresa el profeta:
Así dice Yahuah: “Maldito el hombre que confía en el hombre, hace de la carne su brazo y cuyo corazón se aleja de Yahuah”.
Yirmeyahu (Jeremías) 17:5
No obstante, no podemos concebir la bendición solamente en términos materiales o económicos o por la abundancia de los bienes que posee una persona, tal como el mundo lo considera en la actualidad, cuya definición de éxito esto está ligada a la riqueza, el poder, la fama, etc.
Yahuah ha prometido bendecirnos en toda obra de nuestras manos si caminamos con Él; y así, los bienes materiales son una añadidura que nuestro Padre nos permite disfrutar. Sin embargo, aquello que es realmente importante, o más bien, la verdadera bendición es nuestra relación con nuestro Padre Yahuah, nuestra cercanía con Él y por supuesto, el crecimiento en la obediencia y madurez espiritual como lo modeló Yahusha HaMashiaj. ¡Elige pues!
Derriba los altares del pasado
A Yashar’el (Israel) se le dijo:
Destruiréis por completo todos los lugares donde las naciones que despojaréis sirvieron a sus elohiym, en las montañas altas, en las colinas y debajo de cada árbol frondoso. Destruiréis sus altares… derribareis las imágenes talladas de sus Elohiym ... no haréis así a Yahuah Elohaykem.
Devariym (Deuteronomio) 12:2-4
Como Hijos del Elohiym de Avraham, Yitzjak y Ya’akov, tenemos una ardua tarea que hacer: limpiar nuestro camino y despojarnos de todas aquellas cosas del pasado: costumbres, tradiciones, festividades, celebraciones heredadas, que pueden generar idolatría y hacernos tropezar no solo a nosotros sino a nuestros descendientes; de tal manera que, quien no corta totalmente con sus ligaduras pasadas, deja una puerta abierta para retornar a un camino que no debemos transitar.
Así que te invito a ser diligente en atender cuidadosamente las palabras de nuestro Creador, esforzándonos para escuchar y hacer su voluntad. Recuerda:
Sois un pueblo kadosh para Yahuah Elohayka; y Yahuah os ha elegido para ser un pueblo especial para sí mismo, entre todas las naciones que están sobre la tierra.
Devariym (Deuteronomio) 14:2
¡Hagamos la diferencia!