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Tzav (ordena), es la porción de la Torah de esta semana, donde se nos dan de manera más específica, las instrucciones sobre lo que se debía hacer con las ofrendas que vimos en el parashá anterior, así como las instrucciones de lo que debían realizar Aharón y sus hijos, y la consagración de ellos.
¿Imaginas la actividad en el Mishkán? La gente del pueblo trayendo sus animales para las ofrendas, tal vez haciendo fila, los koaniym (sacerdotes) y leviyiym (levitas) recibiendo los animales y realizando todo el ritual con la sangre y demás; sin duda, cada día era muy agitado y agotador.
Ahora bien, lo que resulta interesante es que, aunque fuese difícil llevar a cabo estas tareas, los koaniym y leviyiym hacían su servicio a través de una rutina bien establecida según Yahuah ordenó a Moshéh; tal rutina ellos no podían cambiarla, hacerla más fácil, o acomodarla al capricho de cada oferente. No; la instrucción de Yahuah había sido clara y detallada.
Lo primero que debían hacer los koaniym en la mañana, era recoger las cenizas del holocausto y sacarlas a un lugar apartado, mas sin dejar apagar el fuego, que acorde a la enseñanza de Yahuah, debía mantenerse encendido añadiendole más leña.
Esto resulta muy interesante y aplicable a nuestras vidas, porque el altar representa nuestra relación con Yahuah, mientras el fuego, que lo podemos comparar con nuestra vida espiritual, en ocasiones puede estar muy avivado, pero en otras puede estar menguado. Por tanto, es nuestra responsabilidad mantener ese fuego encendido.
¿Como entonces hacemos hoy, el equivalente a preparar la leña? La respuesta es sencilla; mantengamos una actitud gosoza de obediencia a su Toráh; seamos agradecidos por lo que recibimos cada día de su mano; conversemos con nuestro Padre cada vez que sea posible; descubramos su Creación y admiremos sus obras; todo esto nos ayudará a desarrollar una espiritualidad genuina y fresca. Al mismo tiempo necesitamos retirar las cenizas, es decir los restos de lo que ya fue quemado: pecados que dejamos atrás, hábitos, amarguras, rencores, tristeza, frustraciones, religiosidad etc. esto es una tarea diaria, no podemos dar lugar a la acumulación.
La Sangre y la Grasa
Otra instrucción que se nos da en esta porción es la de no consumir sangre ni grasa, por cuanto somos el pueblo apartado de Yahuah. Hoy sabemos que el consumo de grasa es causa de problemas de salud; y en cuanto a la sangre esto es lo que se nos dice:
Vayikra (Levítico) 17:11-12
Porque el alma de la carne está en la sangre. Y os la he dado sobre el altar para hacer expiación por vuestras almas, porque es la sangre del sacrificio la que hace expiación en el alma. Por eso dije a los hijos de Yashar’el: ‘Ninguno de vosotros comerá sangre, ni ningún extranjero que habitare entre vosotros, comerá sangre.
Reflexionemos sobre estas cosas, pues a medida que nos acercamos y tenemos mayor contacto con la Palabra de Elohiym (su Toráh), nuestro entendimiento y revelación de la misma se va ampliando, y nuestras vidas irán cambiando de forma ascendente, más ajustadas a su voluntad, como lo registra el libro Proverbios:
Mishlei (Proverbios) 4:18
El camino de los justos es como la luz de la aurora, que brilla cada vez más hasta que el día es perfecto.
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